miércoles, 1 de junio de 2011

Real o no, siempre habrá un lugar donde tus pesadillas se harán realidad.

Nevaba leve y suavemente sobre la gran Metrópolis, en aquella noche de principios de Enero. Millones de luces parpadeaban en la gran ciudad. Los comercios comenzaban ya a cerrar sus puertas, y los trabajadores salían del trabajo, después de un agotador día laboral. Las calles estaban asfixiantemente llenas, bulliciosas y a la vez silenciosas. El silencio tan solo era interrumpido de cuando en cuando, cuando la alarma de una bandada de coches de policía rasgaba la siniestra quietud de la noche. Nadie hablaba, nadie decía nada. Sobre aquella ciudad gobernaba el miedo, el miedo por los miles de peligros que acechaban las calles, en cada esquina, cada rincón, aquel señor tan amable que te sirvió el café esta mañana en el bar de la esquina. Cualquiera de ellos podía ser asesino, o psicópata, traficante de armas, abusador, violador... Nada es lo que parece en la metrópolis. Nunca te fíes de nadie. Aquí nadie es tu amigo. Un lugar perdido en el centro de Europa, justamente en la República Checa, una ciudad oculta entre montañas, que no salía en los mapas, el lugar que aparecía en todas las pesadillas de los niños pequeños, el lugar hacia donde te llevaba el hombre del saco. No era pesadilla, ni un delirio creado por tu mente. Real, como la vida misma. Y su es Metrópolis.

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